lunes, 22 de agosto de 2011

VEN, y deja que esta noche la gobierno yo.

Era tarde, los dos lo sabíamos, era evidente y por supuesto no se podía negar. Ya lo habíamos intentado una y otra vez, y lo único bueno que conseguiamos, era acabar en el mismo lugar de siempre, con el mismo sabor a cerveza, que se dejaba entrever entre nuestro aliento cuando sin motivo sonreiamos, es cierto, el deseo podía con nosotros, era la tentación que llenaba todos los domingos, que desde aquel entonces en el que decidiste unirte a mi, ya no había ninguno aburrido, ni tardes monótonas, solo un par de besos por cada metro cuadrado, un plan distinto para cada día de la semana, y noches que hacías más que especiales en las cuales las veladas eran acompañadas de un suave hilo de rock'n roll, que tanto se agradecía, y estos son los motivos que tanto a ti, como a mi, nos hacían sonreir en aquel estúpido rincón, que ya tenía nombres y apellidos y que por mucho que fuese un antro, era nuestra pequeña forma de recordar lo que algún día fuimos o mi forma de olvidar lo que me gustaría que fuésemos.

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