domingo, 2 de octubre de 2011

(Dondé están) los labios que siempre decían sí.

Decían tus ojos tristes, que no fue la mejor semana de tu vida, tal vez fuese tu sonrisa en mi mirada, o la puta rutina matutina de seis horas lectivas que con el paso del tiempo son horas más lentas y agónicas de lo normal, podría ser ese calor pegadizo y asfixiante que no te deja dormir un par de horas seguidas, pero no, posiblemente, fuese un cúmulo de historias olvidadas en el aquel cajón, que solo abres en las tardes más frías del invierno, del jodido invierno, que nunca avisa. Sigo sin saber lo que mi cabeza no entendía, sigo sin encontrar respuesta a tantas preguntas, y sigo sin poder encontrar explicación a la perdida de mi sonrisa, a la desaparición del brillo que mis ojos desprendían antes de empezar el primer y último lunes otoñal, fuese lo que fuese, no podía fallarte, no podía guardar en aquel montón las promesas que un día acordamos, y aquella noche te prometí que lo estaría, y lo estaré (en cada ocasión lista).

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