jueves, 13 de octubre de 2011

Puta rutina; borrón y cuenta nueva.

Sentada en el mismo lugar que noche tras noche intento compaginar varias palabras, que aunque no tengan mucho sentido, me ayudan a escribir los pocos (bastantes) pensamientos que recubren mi cabeza a altas horas de la madrugada. Como cada noche, me dispongo con un cuardeno (con más tachones y borrones que aciertos) y mi boli bic tan preciado, que lleva a sus espaldas, largas frases unidas por conjunciones repetitivas o por te quieros medio borrados, a unir diferentes y distantes pensamientos que recorren cada una de las partes de mi cuerpo. Sensaciones, sí, eso es, sensaciones que aunque muchas veces parecen inexistentes, siempre están ahí, para dar un vuelco a mi vida en los momentos menos oportunos, para cambiar mi estado de animo en cada composición que estas manos logran terminar. A mi lado izquierdo se encuentra una botella de agua, fría, medio llena y con el papel que recubre la botella, desgastado, de todas las horas que pasa aguantando mis rutinas nocturnas, y al lado opuesto, de reojo puedo ver el aperitivo que siempre deja alguna idea para rellenar las hojas del cuaderno, y que sirve de gran ayuda para entretenerme cuando el boli bic (casi sin tinta, por la de veces, que tengo que garabatear encima de las letras que forman las mil historias que he podido recorrer y saborear a lo largo de las primaveras vividas) poco a poco se va gastando, al igual que las promesas que algún día prometimos, o mejor dicho me prometió.

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